El Jueves Santo celebramos la Cena del Señor: para Cristo y los apóstoles, última cena de la Pascua judía; para ellos y para nosotros, la primera cena de la Pascua del Señor.
Jueves Santo: día del amor fraterno; institución de la eucaristía; día del sacerdocio. ¡Cuánta maravilla!
La liturgia nos situaba en el marco de la cena pascual judía que Cristo celebró con los apóstoles. El relato de San Pablo (segunda lectura) es un testimonio único de la celebración eucarística de la Iglesia primitiva y un compendio teológico de todo cuanto se encierra en el misterio eucarístico: memorial de la muerte y de la resurrección del Señor y prenda de la Parusía. El lavatorio de los pies es una preparación y un complemento de la eucaristía. El que lava los pies se capacita para comulgar y el que comulga se capacita para lavar los pies: inmenso amor de Cristo, capaz de hacerse pan y capaz de ponerse a nuestros pies.
Los Oficios del Jueves Santo contaron con la participación de todos los grupos parroquiales. Al ofertorio se presentaron el Crisma que se utiliza en los sacramentos del bautismo, confirmación y orden sacerdotal, así como el óleo de los enfermos y el óleo de los catecúmenos. Estos óleos, que harán presente la fuerza sacramental del misterio de Cristo en nuestra comunidad parroquial, fueron consagrados y bendecidos por el señor obispo en la Misa Crismal del Martes Santo.
Al término de la celebración se llevó hasta el Monumento la eucaristía que comulgaríamos el Viernes Santo. Esa reserva es manifestación del amor de Dios y voluntad de permanecer siempre con nosotros.